Como parte de la ofensiva “neoliberal”, en la década de 1980, se empezaron a poner en marcha diversos mecanismos para hacer una campaña masiva, a escala mundial, de que ahora era el turno de la “democracia” (en general), de que el comunismo había sido enterrado, que el capitalismo era libertad (en abstracto), etc.
En este momento, y especialmente en la década siguiente, las universidades norteamericanas (que son apoyadas por fundaciones vinculadas a los monopolios) emprendieron una enorme campaña sobre la “teoría de la opresión”.
Dado que supuestamente viviríamos en la “era de la democracia”, ahora la lucha debería ser garantizar algunos derechos para gays, negros y mujeres. Bajo esta lógica, Estados Unidos, Francia, Alemania e incluso Polonia o Ucrania (gobernados por la extrema derecha) serían “democracias”, mientras que Rusia o Irán serían dictaduras.
Pero las libertades democráticas, los derechos de la mujer por ejemplo, no serían materiales (empleo, educación, sanidad, guarderías, restaurantes populares, lavanderías, libertad política, etc., como cualquier derecho que los trabajadores necesitan.), sino culturales. En este sentido, la lucha sería utilizar las palabras correctamente e incluso cambiar el idioma de forma artificial, introduciendo @ o X, o cambiando el masculino (de hecho la forma neutra que tiene su origen en el Latín) por la vocal “e”.
Si alguien pronuncia un término sexista, racista u homofóbico, debe ser sancionado y enviado a la cárcel utilizando el actual marco legal ultra reaccionario burgués, que existe en todos los países del mundo y por la misma razón: endurecer el régimen político contra los trabajadores.
Las mismas fundaciones de los monopolios derraman ríos de dinero para apoyar organizaciones “feministas”, de negros, gays, ambientales y otras minorías, tanto en las universidades como en organizaciones y ONGs que tienen un rol más allá de la universidad.
Un caso escandaloso, por ejemplo, es el de Femen, que es un grupo de extrema derecha que incluso apoyó el golpe de Estado en Ucrania, promovido por el imperialismo en el 2013 desde organizaciones nazis, por razones muy materiales y poco “democráticas”.
Las organizaciones “feministas” teleguiadas por el imperialismo ni siquiera son feministas. Representan una correa de transmisión de la política del imperialismo.
La histeria burguesa sobre el machismo pretende camuflar la mayor crisis capitalista de todos los tiempos, dividir a los trabajadores y silenciar a la izquierda revolucionaria.
La izquierda pequeñoburguesa cae como un patito tonto en esta campaña, lo cual es comprensible por su propio carácter de clase, que la lleva a ser moralista, dado que los problemas materiales ya están “resueltos”.
¿Qué feminismo interesa a los trabajadores?

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Las mujeres, como ya se mencionó, constituyen la mayoría de la población mundial y tienen un peso muy importante en la familia. Por lo tanto, hay una gran ola de conservadurismo, porque para el imperialismo las mujeres más ilustradas son un verdadero peligro. ¿Cuál sería entonces el feminismo obrero, el verdadero interés de la clase obrera?
El feminismo obrero busca luchar por los intereses de las mujeres trabajadoras (que representan más de la mitad de la población) y aún vincula esta lucha contra la opresión y explotación capitalista, por la unidad de la clase obrera y los trabajadores. La batalla contra las relaciones de poder, donde las mujeres sólo obedecen, pasa inevitablemente por la lucha contra el capitalismo.
Las mujeres necesitan trabajo tanto como los hombres, educación, vivienda, restaurantes públicos, lavanderías públicas, guarderías para sus hijos, etc. También está el factor biológico: el embarazo.
Con la supresión de los servicios públicos, el cuidado de los hijos se convierte en una carga para la familia y, en primer lugar, para la mujer. El capitalismo no puede resolver los problemas materiales, que están en la base de la explotación de las mujeres y los trabajadores en su conjunto. Sólo con la destrucción del poder del capital, los hijos, que hoy son propiedad de la madre, podrán ser responsabilidad del Estado. El machismo, la base material de la familia, sería implosionado.
La lucha por la emancipación definitiva de la mujer pasa necesariamente por la lucha contra el sistema capitalista, por el fin de la explotación del hombre por el hombre. Sólo el socialismo hará posible la liberación y emancipación de la mujer trabajadora.