En América Latina, el fascismo adquiere algunas características peculiares por tratarse de países “atrasados”.
En Brasil, que es el país más desarrollado de la región, es donde le fascismo ha adquirido características más claras.
El Bolsonarismo es el típico fascismo con presencia en las calles.
La génesis del Bolsonarismo puede ser encontrada en los movimientos fascistas que fueron usados por la burguesía en junio del 2013 para romper las manifestaciones que habían empezado contra el aumento de los pasajes de ómnibus.
En las elecciones del 2018 fue usado como contrapeso electoral contra Lula y para darle legitimidad a la masacre de Brasil impuesta a partir de la llamada “Operación Lava Jato”, que tuvo ramificaciones en varios países de América Latina.
Pero una vez que el Bolsonarismo fue impuesto, el movimiento de masas pasó a ser muy controlado. La burguesía le tiene pánico a la posibilidad de que el Bolsonarismo pueda hacer surgir un movimiento antifascista revolucionario, como había empezado a perfilarse en el 2013 y en el 2014.
El Bolsonarismo en el gobierno Bolsonario, repitió el guión del “Integralismo” que fue controlado por Getulio Vargas con el golpe del “Estado Nuevo” en 1937.
En los demás países latinoamericanos, el fascismo ha sido usado de manera puntual para enfrentar movimientos de masas en ascenso, como por ejemplo en Chile, en contra del gobierno de la Unidad Popular.
Pero en general, en nuestra región, el control férreo de las fuerzas armadas, de los gobiernos y del conjunto de los regímenes por el imperialismo norteamericano, ha hecho con que la herramienta principal para el control del movimiento de masas, cuando sobrepasa a las burocracias sindicales y políticas, sean los escuadrones de la muerte y los golpes de estado gorilas.