Cuando evaluamos la lucha de clases hoy en América Latina, debemos llevar en cuenta algunas cuestiones importantes.
Lo primero es que el imperialismo norteamericano precisa mantener su patio trasero pacificado mientras va a la guerra en el intento de salvarse de su mayor crisis histórica.
Los estallidos sociales se han sucedido desde 2019, como reflejo de la agudización de la crisis.
El imperialismo ha podido contenerlos en cada país por separado y evitado también el surgimiento de direcciones revolucionarias, así como la consolidación de organizaciones de masas fuertes que han empezado a surgir de movilizaciones espontáneas.
Mientras tanto, la temperatura social ha aumentado mucho en toda la región, no tanto como en Europa, que es donde la crisis capitalista más ha golpeado, pero con un potencial de desestabilización gigantesco.
La política del gobierno Biden, para poder pacificar América Latina, ha sido imponer gobiernos “bomberos”, pero que mantengan las estructuras de las políticas aplicadas por los gobiernos derechistas anteriores. Por ejemplo, tenemos los gobiernos de Gabriel Boric en Chile, de Petro en Colombia y Lula Alckmin en Brasil.
El caso de Perú es un poco diferente porque la victoria de Pedro Castillo pasó porque el proceso electoral se le escapó a la derecha, principalmente al fujimorismo. Le hizo la vida imposible a Castillo, que se vio acosado también por la izquierda, pero el golpe de estado en contra de él gestó el estallido social actual. Fue la gota que derramó el vaso o la chispa que le prendió fuego al país.
El incendio controlado en la región
El incendio principal está en Perú.
Los paros, los cortes de carreteras, las movilizaciones indígenas, estudiantiles y de trabajadores han ido aumentando en las principales ciudades del país.
La agudización de las contradicciones entre las clases dominantes ha impedido la convocación de elecciones y el desarme de la revuelta popular.
En Argentina, tenemos la secuencia de innumerables huelgas, paros y protestas. Los principales han pasado en los trabajadores del sector público y en los barrios populares. Pero movimientos de trabajadores importantes han aparecido en sectores importantes de la economía, como el Puerto de Rosario (de donde sale el grueso de la soja) y el sector de neumáticos.
La burocracia de la CGT (Confederación Central de los Trabajadores) desempeña uno de los pilares más importantes de la estabilidad de las políticas del gobierno de Alberto Fernández y de las políticas entreguistas del súper ministro Massa. Pero se sigue gestando un súper estallido social que deberá hacer parecer el Rodrigazo de 1975 o el Argentinazo de diciembre de 2001 como un juego de niños.
El Estallido Social de octubre del 2019 fue controlado por el gobierno Boric a pesar de haber sufrido una fuerte derrota con el Rechazo a la Convención Constituyente del año pasado.
Las organizaciones sociales se encuentran muy atomizadas y la mayoría semi paralizadas. La situación es similar a la calma que antecede a una violenta tormenta.
Lo mismo se ve en el Ecuador del banquero derechista Guillermo Lasso y en la Bolivia del ex ministro de la Economía de Evo Morales, Luis Arce.
En Colombia, el gobierno Petro estabilizó la enorme desestabilización provocada por el gobierno Duque, pero las verdaderas causas de los problemas sociales no fueron tocadas.
El estado narcoparamilitar más importante de América Latina es responsable por la muerte de una gran cantidad de líderes sociales.
Las nueve militares norteamericanas son prácticamente intocables.
Colombia responde por el 80% de la cocaína mundial que es controlada por la CIA y la DEA, principalmente, para financiar operaciones militares.
En México, el movimiento de masas continúa bastante controlado. Hay algunas movilizaciones principalmente de los maestros en Oaxaca y Guerrero, que tienen fuertes tradiciones de lucha.
Pero lo más importante son los trabajadores metalúrgicos de las “maquiladoras”, las manufacturas que exportan a los Estados Unidos pagándole a sus trabajadores mexicanos sueldos tres o cuatro veces más bajos.
El factor mexicano súper explosivo es que 80% de las exportaciones tienen como destino los Estados Unidos, que las remesas de los inmigrantes en los Estados Unidos representa una de las tres entradas de divisas y que el país ha sido entregado de una manera “inaudita” en las últimas dos décadas.
El gobierno de AMLO (Andrés Manuel López Obrador) es un gobierno “izquierdista” burgués institucional. Cuando en las últimas elecciones legislativas quedó lejos de obtener los diputados necesarios para llamar una asamblea constituyente y reestatizar Pemex (Petróleos Mexicanos) y el sector eléctrico simplemente dio el asunto encerrado, a las “cadenlas griegas”, hasta que algún día haya mayoría parlamentaria y el imperialismo esté dispuesto a aceptar ese tipo de cambios.
Es evidente que la lucha de clases avanza de manera semi silenciosa al calor de la agudización de la mayor crisis capitalista de todos los tiempos.
Los diversos sectores vinculados a la institucionalidad burguesa, que en América Latina es controlada por los Estados Unidos, no tienen en las actuales condiciones la mínima posibilidad de hacer los cambios que requiere la amplia mayoría de la población porque ello implicaría entrar en guerra con el imperialismo norteamericano, por lo menos.
Nuevas organizaciones de lucha tienden a ir creándose conforme los estallidos sociales, las huelgas y las protestas van creciendo bajo la presión del capital.
El movimiento de masas avanza, pero el espontaneísmo difícilmente superará los límites del sistema burgués que tiende a controlarlo.
Por esa razón, el papel de los revolucionarios es levantar el programa revolucionario fundamental, decantarlo a una plataforma de lucha concreta y a políticas tácticas que permitan influir sobre la situación política.
1 comentario en «La lucha de clases en América Latina hoy»