Rusia no es una potencia imperialista, a pesar de ser una potencia militar, sino que es una potencia regional muy apretada por la agresión imperialista.
Cuando Rusia enfrenta el imperialismo norteamericano, debilita la supra policía mundial, nuestro principal opresor.
La derrota militar del imperialismo, tanto norteamericano como europeo, provoca la crisis en los países más desarrollados y los obliga a apretar aún más a las neocolonias, lo que agudiza la crisis revolucionaria.
¿Le damos un cheque en blanco al gobierno Putin?
No. El gobierno de Putin es un gobierno burgués, integrado al capitalismo mundial; es un enemigo de la revolución de los trabajadores en contra del capital.
Entonces, ¿por qué lo apoyamos?
Lo apoyamos estrictamente en su enfrentamiento al imperialismo y en absolutamente nada más.
Eso es un principio muy elemental de cualquier política de alianzas, incluso cuando se trata apenas de propaganda concreta.
¿Apoyamos el llamado multipolarismo?
No. Esa es una política “reformista” en relación al control del mercado mundial.
El imperialismo norteamericano no puede convivir con el “multipolarismo” a menos que sea derrotado en términos militares.
Nunca el mercado mundial fue redividido hasta hoy, a no ser por medios militares, por medio de guerras muy sangrientas.
¿Apoyar a Rusia en la guerra en Ucrania implica apoyar la alianza de Rusia con otros países, principalmente China?
No. China representa la principal potencia regional y se encuentra en transición a convertirse en una potencia imperialista, presionada por sus propias contradicciones internas y en enfrentamiento cada vez más frontal con el imperialismo norteamericano.
¿Y si Rusia es vencida?
El objetivo de los Estados Unidos es dividir a Rusia en 20 países y dirigir su agresividad contra China, cercándola también por el norte.
Esa situación le dará más fuerza para encontrarle una salida a su mayor crisis de todos los tiempos.
¿Y si Rusia vence en Ucrania?
El imperialismo norteamericano y europeo saldrán debilitados en términos estructurales.
No obstante, la agresividad militar deberá aumentar por medio de la escalada de la militarización de la parte occidental de Ucrania y de toda Europa, principalmente de Europa Oriental.
Probablemente la escalada militarista aumentará también en el Mar del Sur de China.
El imperialismo tampoco puede dejar la situación desarrollarse en el Oriente Medio en el sentido de perder el control de las monarquías del Golfo Pérsico. Podemos esperar alguna contraofensiva allí también.
¿Cuál es la situación más favorable para la lucha revolucionaria?
Es aquella que debilita más a nuestros enemigos.
¿Entonces no sería mejor adoptar una política neutral?
No. La neutralidad en este caso desconoce el carácter del imperialismo y principalmente el carácter de Rusia como potencia regional que se vio obligada a enfrentar el imperialismo.
En la práctica le hace el juego a la política de los Estados Unidos.
¿Y si Rusia y China dirigen sus esfuerzos en contra de la revolución?
El apoyo a Rusia en contra del imperialismo es súper concreto. Cuando la situación cambia, nuestra política táctica debe también cambiar inmediatamente.
¿Cuál es el impacto de la guerra en Ucrania sobre América Latina?
Conforme la crisis de los Estados Unidos aumenta, para lo que también colabora su desgaste en Ucrania, el aprieto sobre su patio trasero también aumenta de manera proporcional y aún exponencial, como ya lo estamos sintiendo en la propia piel. Pero la tendencia es que sea mucho peor.
¿Cuál es la perspectiva para la lucha revolucionaria?
Las guerras contrarrevolucionarias andan de la mano de las revoluciones y viceversa.
La desestabilización que provoca la guerra desestabiliza el sistema y crea condiciones para las revueltas populares y las revoluciones.
Por detrás de toda la crisis actual está la agudización de la mayor crisis capitalista de todos los tiempos.
De la guerra a más guerra y revoluciones
La guerra en Ucrania, que tuvo su inicio en febrero de 2022, le fue impuesta a Rusia por el imperialismo norteamericano en primer lugar.
La secuencia de provocaciones realizadas por medio de la OTAN (Alianza del Atlántico Norte) y por el gobierno títere de Ucrania tenía como objetivo pasarle por arriba a las líneas rojas de la Doctrina militar rusa y, de esa manera, obligar al gobierno de la Federación Rusa a ir a la guerra.
Era la continuidad de la agresión que escaló en 2014 con el golpe de estado del Euromaidán.
La primera pregunta es el porqué los Estados Unidos tenían interés en la guerra proxy en contra de Rusia.
La primera razón es que la mayor crisis capitalista de todos los tiempos, que se abrió en el 2008 y que aún no se cerró, estaba para nuevamente estallar.
A partir de agosto del 2019 una situación similar había aparecido y fue controlada por medio del repase de billones (trillions en inglés) a los monopolios. Todo disfrazado de “crisis sanitaria” para evitar el resurgimiento de revueltas populares como las que sucedieron en 2009 y 2010.
A finales de 2021 la situación volvió a repetirse y la solución encontrada es la más clásica posible, en relación al capitalismo. Irse a la guerra.
De esa manera, el complejo industrial militar entró en movimiento y, a partir de él, toda la economía capitalista, principalmente norteamericana se movió.
Los efectos colaterales son enormes, principalmente con la escalada de la crisis en Europa, que dependía umbilicalmente de la energía rusa barata.
En América Latina, como patio trasero de los Estados Unidos, nos toca servirles como retaguardia estratégica para la rapiña financiera, el control de materias primas importantes y mano de obra barata.
La historia se repite, pero en espiral, sobre un nivel más alto. Debemos esperar, lo que ya empezó a suceder parcialmente: el mayor ascenso de masas de todos los tiempos, que la burguesía intentará contenerlo por medio de la represión, las dictaduras, el fascismo y las guerras.