Reynaldo Ilaquita Cruz, de apenas 19 años, provenía del corazón del centro poblado de Muni, Chullunquiani, en el distrito de Tiquillaca, provincia de Puno. Hijo de Mario Ilaquita Chambi.
Reynaldo fue uno de los tristemente célebres nombres que quedaron grabados en los acontecimientos dolorosos ocurridos durante las movilizaciones populares contra la actual dictadura de Dina Boluarte en Juliaca.
En su joven cadáver, el Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público encontró evidencia de munición metálica o restos de proyectiles, los cuales habían sido la causa de su trágico deceso. En total, 19 civiles perdieron la vida en la represión al servicio del sistema capitalista del 9 de enero.
La culminación de las necropsias reveló que 9 de las 17 víctimas mortales de los eventos en Juliaca tenían proyectiles de armas de fuego alojados en sus cuerpos, mientras que los otros 8 habían sido atravesados por dichos proyectiles, evidencia sombría de la violencia que los arrebató de sus seres queridos.
A casi nueve meses de los trágicos sucesos, los familiares de las víctimas se han unido en un dolor compartido.

¿Quien fue Reynaldo?
La historia de Reynaldo no es solo la de su muerte, sino también la de su vida truncada en pleno florecimiento. Había celebrado su decimonoveno cumpleaños apenas el 6 de enero, siendo el segundo de tres hijos y el único varón.
Su madre, movida por el dolor, había contemplado la idea de quemar sus pertenencias, pero sus hijas evitaron que eso sucediera. Casi cuatro meses después de su partida, su habitación permanece inalterada, como un santuario de recuerdos.
Su ropa sigue en el ropero, su cama parece lista para recibirlo, sus libros de estudio esperan ser retomados, y sus objetos personales mantienen la memoria de su personalidad ordenada y apasionada.
En esta habitación congelada en el tiempo, el espíritu de Reynaldo perdura, recordando la promesa de un joven brillante cuyo camino fue trágicamente cortado por la violencia que marcó un oscuro episodio en la historia de Juliaca.
Mas una vida arrebatada a manos de los mismos grupos que durante años nos han sucumbido en la decadencia, la explotación, el hambre, la enfermedad, contaminación y sobre todo a la violencia estatal al servicio del gran empresariado.
Hoy, Reynaldo, mañana, cualquiera de nosotros. La memoria no debe ser un estandarte que se levanta para llorar, debe ser un faro que se eleva sobre las montañas mas gélidas para guiarnos hacia un mundo en el cual no tengamos más que llorar por seres queridos, amigos, hijos, compañeros.
Reynaldo en la memoria colectiva del pueblo en lucha. Mientras la lucha por un mundo digno sin explotación continue, nadie está olvidado compañero, sus anhelos, se cargan en la espalda de cada uno de nosotros.
