Táctica – memoria y poder popular 

Táctica – memoria y poder popular 

La principal base de ese Estado no es la justicia ni la democracia, sino, sin lugar a duda, la guerra como medio para sostener su economía.

Por AM 

Esta semana se cumple un nuevo aniversario del tanquetazo y, de manera singular, aunque no creo en lo providencial, se produce un intento de golpe en Bolivia. La situación en América Latina está crítica, especialmente si su principal socio, Estados Unidos, se embarca en violaciones sistemáticas del derecho internacional con fines económicos en Ucrania e Israel.

La principal base de ese Estado no es la justicia ni la democracia, sino, sin lugar a duda, la guerra como medio para sostener su economía.

La injerencia del imperialismo se extiende en muchas direcciones y, por historia, podríamos dudar de sus buenos propósitos hoy en día. La capacidad para declarar la guerra de media y baja escala ya la han sufrido Cuba y Venezuela, ¿por qué no la sufrirán el resto?

Uno de los registros dignos de recordar, al igual que las memorias del general Prats sobre el tanquetazo, son los escritos de Sergio Nuño.

El general Sergio Nuño Bawden, un miembro clave del Comando de Operaciones de las Fuerzas Armadas (COFA) durante el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile, dejó documentos y cartas que arrojan luz sobre la conspiración contra Salvador Allende. Nuño, fallecido en 2017, dejó estos archivos a su familia, quienes los entregaron a CIPER para su archivo en línea «Papeles de la Dictadura». A través de sus memorias, Nuño revela tanto su participación en el golpe como sus críticas al régimen de Pinochet, especialmente en lo relativo a las violaciones de derechos humanos.

El rol de Nuño en la conspiración comenzó antes del golpe de 1973, formando parte del Grupo de los Quince, un conjunto de generales que planificaron el complot. Fue el encargado de informar al alto mando sobre el ataque a La Moneda y el suicidio de Allende. A pesar de su papel crucial, mantuvo un perfil bajo durante la dictadura, trabajando en la Corfo y sirviendo como embajador en Bélgica y Egipto. Nuño criticó duramente las violaciones de derechos humanos y el personalismo de Pinochet en sus memorias, destacando que, aunque consideraba el golpe necesario, repudiaba los abusos cometidos bajo la dictadura.

Los documentos personales de Nuño también revelan la fractura interna entre los militares. En sus escritos, Nuño denuncia los «excesos» del régimen y la falta de responsabilidad de Pinochet en frenar tales abusos. Por estas críticas, fue considerado uno de los generales «blandos» dentro del régimen. Nuño narra un episodio en el que expresó su desacuerdo con la ejecución de trabajadores de una fábrica en Calama, una postura que lo puso en desacuerdo con la línea dura de Pinochet.

Además de su postura sobre los derechos humanos, Nuño criticó el rumbo político y económico del gobierno de Pinochet, particularmente el nepotismo que favoreció a su familia. Relata cómo Pinochet le pidió un puesto para su yerno, Julio Ponce Lerou, quien luego se enriqueció controlando Soquimich. Nuño también menciona su voto por el «NO» en el plebiscito de 1988, reflejando su desilusión con el régimen prolongado.

Nuño consideraba que la única salida para la reconciliación era una amnistía general, criticando que solo los subalternos fueron castigados mientras que los superiores que ordenaron las violaciones de derechos humanos no asumieron su responsabilidad. En sus memorias, Nuño insta a que se conozca la verdad sobre la gestación del golpe, que él describe como parcialmente revelada y distorsionada.

Finalmente, Nuño narra la evolución de la conspiración desde el fallido tanquetazo el 30 de junio de 1973 hasta el golpe de Estado en septiembre. Describe cómo el grupo de generales se reunió en secreto para planificar el derrocamiento de Allende, subrayando la importancia del «incendiario discurso» de Carlos Altamirano el 9 de septiembre como un catalizador. Su relato culmina con la confirmación de Pinochet de su apoyo al complot, sellando así el destino del gobierno de Allende.

Según las memorias de Sergio Nuño Bawden, el «tanquetazo» del 30 de junio de 1973 fue un episodio clave en la conspiración militar contra el gobierno de Salvador Allende. Nuño describe este evento como un alzamiento frustrado del Regimiento N°2 Blindados, instigado por elementos de ultraderecha de Patria y Libertad. Este intento de golpe no obtuvo el respaldo esperado ni del alto mando del Ejército ni de otras unidades militares.

El presidente Allende convocó a los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas para que lo acompañaran en un acto en el balcón de La Moneda, en señal de apoyo militar al gobierno. Nuño, junto a otros generales, estaba en una reunión con el comandante en jefe del Ejército, general Carlos Prats, cuando este recibió la invitación. Los generales presentes, incluido Nuño, aconsejaron a Prats que no asistiera, considerando que se trataba de un acto político. Sin embargo, Prats decidió concurrir, lo que generó descontento entre la mayoría de los generales.

El «tanquetazo» también motivó una presión por parte de los generales para que el alto mando de las Fuerzas Armadas analizara la situación del país. Esta propuesta causó discrepancias internas, ya que algunos la veían como un acto de deliberación sobre asuntos políticos. A pesar de estas diferencias, la idea prosperó y se formó el Comité de los Quince, que incluyó a Nuño y otros altos oficiales de las tres ramas militares.

Las reuniones de este comité comenzaron inmediatamente después del «tanquetazo» y se llevaron a cabo a puertas cerradas en el Ministerio de Defensa. Nuño destaca que estas reuniones fueron presididas por el almirante Patricio Carvajal y que al final de cada sesión, los comandantes en jefe se ponían al tanto de lo tratado. El comité elaboró un documento de 29 puntos que fue entregado al presidente Allende a principios de julio, aunque el general Prats lo entregó antes de lo acordado, lo que causó sorpresa entre los otros comandantes en jefe.

En resumen, durante el «tanquetazo», Sergio Nuño mantuvo una postura crítica hacia la participación militar en actos políticos y buscó una respuesta organizada y unificada entre las Fuerzas Armadas para enfrentar la crisis impuesta por Estados Unidos al país. Esta postura y las acciones subsiguientes del Comité de los Quince fueron fundamentales en la preparación del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

Como lección, la muestra de fuerza en junio de 1973 fue el preámbulo obligado para cuantificar las fuerzas populares que defenderían el gobierno de la Unidad Popular. Esto es algo que los bolivianos de hoy deben aprender: el poder popular solo se consigue con una fuerza popular armada y consciente del enemigo que enfrenta.

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