Gobierno Alberto Fernández ¿Acorralado?

Gobierno Alberto Fernández ¿Acorralado?

Por Estación Finlandia

Editorial, por Redacción/

La renuncia del ministro de Economía Martín Guzmán precipita una crisis que amenaza la estabilidad del gobierno de Alberto Fernández. ¿Qué busca en realidad Cristina?

¿Crisis económica o política?

A la inversa de la tesis que difunden los medios del establishment, oficialistas u opositores, la raiz de la crisis política es de orden económico. Fue el colapso económico del régimen social capitalista en el país el que precipitó la crisis política.

Ese colapso se expresa en un nuevo ciclo de endeudamiento externo impagable, cuya consecuencia directa es el acuerdo con el FMI que exige un ajuste que pone en peligro la simple supervivencia de las familias trabajadoras. La desvalorización del capital social se descarga en la desvalorización del salario, y explica el panorama de descomposición social del que emerge la crisis política.

En concreto, la expresión política más clara del colapso es la división del Frente de Todos y, con él, del peronismo. La división se produjo tras la derrota electoral, cuando Cristina comprendió que por el camino seguido por Alberto Fernández y Martín Guzmán la derrota en 2023 estaba asegurada.

Y la derrota electoral es un producto directo del colapso económico.

Por qué renunció Guzmán

La renuncia de Guzmán cayó muy mal, pero en las cercanías de Alberto no dejan de admitir que el ministro estaba acorralado. La negativa de Alberto a desplazar a «los Federicos» (Federico Bernal del Enargas y Federico Basualdo de la subsecretaría de Energía), que hubiera provocado un nuevo pico en la crisis permanente con Cristina, fue la causa final de la renuncia.

Esa negativa coincidió, además, con la difusión de insistentes rumores en la city porteña, desde principios de la semana hábil, de un operativo de desembarco de Sergio Massa en la jefatura de Gabinete. En ese plan, la llegada de Massa con venia de Cristina incluida, iba acompañada por la de Emanuel Álvarez Agis en Economía, reemplazando a Guzmán.

El ex viceministro y actual enemigo de Áxel Kicillof hubiera llegado, o pudiera llegar finalmente, con el patrocinio nada menos que de Marcelo Mindlin y Joe Lewis (Pampa Energía, y que también apadrinan a Massa), Sebastián Eskenazi (Grupo Petersen) y Eduardo Eurnekian (Aeropuertos Argentina 2000). De ese modo, como en el caso de Matías Kulfas, Alberto habría cedido al reclamo de Cristina a medias nombrando, como en el caso de Daniel Scioli, a un funcionario ajeno al control de la vice.

El rumor del nombramiento de Álvarez Agis, cada vez más serio, insistente y difundido mientras transcurría la semana y el dólar escalaba, parece haber forzado la decisión de Guzmán, que se habría anticipado a un pedido de renuncia por parte de Alberto.

Y habría elegido el momento del discurso de Cristina en Ensenada para esmerilarle el momento de gloria en lo que muchos consideran su casi lanzamiento para la candidatura presidencial en 2023: «La venganza es un plato que se come frío», dicen cerca de Guzmán.

¿Qué busca Cristina?

Desde el Patria, afirman que Cristina busca una chance para el FDT en las elecciones de 2023. Para eso, hay que evitar un descalabro económico que ya algunos se animan a vaticinar por un derrotero de espiralización inflacionaria que podría perfectamente desembocar en una híper.

La renuncia de Guzmán, aunque intempestiva, allana el camino para colocar, con la venia del empresariado más tradicional y apoyado en la espalda política de Cristina, un ministro capaz de sostener una política de shock que entienden como el único modo de impedir una mega devaluación y la consecuente espiralización de precios.

De aquí las constantes señales hacia el establishment que Cristina ha dirigido en sus últimas apariciones públicas. Sus continuas apologías al capitalismo y los ataques al gasto público y la asistencia social, las consultas con Martin Redrado y Carlos Melconián, tienen el propósito de reformular su relación con la gran burguesía que desconfía de ella.

Burguesa orgullosamente autoproclamada, en su círculo íntimo no se cansa de criticar la ingratitud de los poderosos, cuyos intereses sostiene haber representado mejor que nadie cuando «la levantaban en pala», y que ahora la estarían necesitando más que nunca.

Los acercamientos con Melconián y Redrado muestran que franjas muy poderosas de la gran burguesía nacional están dispuestas a recurrir a los servicios de quien, todavía, conserva la centralidad, aunque profundamente deteriorada, del tablero político. Detrás de Melconián y la Fundación Mediterránea están, además de Pagani (Arcor), dos viejos conocidos del kirchnerismo: los Brito (Banco Macro) y Roberto de Urquía (Aceitera General Deheza).

¿Qué busca Cristina II?

Desde el albertismo, en cambio, traducen las intenciones de Cristina en clave non sancta. Desde las cercanías de Alberto afirman que Cristina no busca el control de la política económica, sino la salida del presidente forzando su renuncia. Sostienen que Cristina ya afirma en privado que su antiguo delfín no podrá terminar el mandato, y que por lo tanto ella está obligada a jugar un papel protagónico en su salida, que la convertiría en presidenta por adelantado.

En esa hipótesis albertista, Cristina imagina que sólo «con la lapicera en la mano» podría respaldar la política de shock que resuelva, dentro de los límites del régimen capitalista, la crisis sin fin. Sostienen que Cristina comparte el conocido diagnóstico de Melconián, según el cuál “Argentina tiene casi 10 puntos del PBI de gasto que no se puede financiar: 3 puntos de subsidios a las tarifas, 3 de jubilaciones y 3 de planes y asignaciones.”

Aunque parezca increíble, los albertistas se sienten a la izquierda de Cristina. Y, probablemente, hoy por hoy, tengan razón…

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