El nacionalismo burgués y las tácticas revolucionarias

El nacionalismo burgués y las tácticas revolucionarias

Las tareas de la revolución democrática no pueden ser cumplidas dentro del marco del capitalismo parasitario porque la burguesía y la pequeña burguesía son limitadas y tienden a pasarse al campo de la contrarrevolución

Comprender el nacionalismo burgués es central en la lucha por la revolución proletaria.

Es parte de la comprensión y caracterización del imperialismo y de los países atrasados, así como de la burguesía imperialista y de la burguesía nacional en dichos países, a pesar de tanto una como la otra caracterizarse por explotar a los trabajadores.

No es lo mismo, por ejemplo, entregar los recursos naturales del país al imperialismo abiertamente, como es la política de la burguesía proimperialista, que recuperarlos, aunque sea parcialmente, como es la política nacionalista.

Poner a los países imperialistas en el mismo plano que los países atrasados,​​representa una traición a los intereses del proletariado, con consecuencias prácticas muy serias.

La opresión de los países atrasados impide que se conviertan en países imperialistas debido a las ataduras impuestas y a la división del mercado mundial, conseguida por medio de enormes masacres promovidas en varias guerras regionales y mundiales. Por lo tanto, no hay una diferencia de grado, sino que son países cualitativamente diferentes.

La clase obrera debe mantener la independencia ideológica, política y organizativa en relación a todos los sectores de la burguesía, incluso la burguesía nacional, en los países atrasados.

Este sector sería el equivalente del ala izquierda de la burguesía imperialista, en los países desarrollados, la burguesía liberal.

Esta cuestión fue planteada con particular intensidad desde la lucha abierta dentro del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia), entre los bolcheviques y los mencheviques.

La pregunta, inicialmente puesta en términos teóricos (quien debe dirigir la revolución), fue puesta en términos militares y políticos cuando apareció en la práctica.

En los países atrasados, la lucha de clases se acentúa debido a la debilidad de la clase media, que actúa como un amortiguador de contención de la confrontación social entre la burguesía y el proletariado, a la menor burocratización del movimiento obrero y a la explosividad de la lucha en el campo.

Por lo tanto, no es casualidad que, en América Latina, el país donde se ha colocado el desarrollo revolucionario antes haya sido Bolivia.

Las tareas democráticas en los países atrasados​​ sólo pueden ser cumplidas por la revolución proletaria

El proceso de desarrollo de los países atrasados ​​pasa a través de la revolución proletaria, ya que la burguesía nacional es cada vez más incapaz de romper con el sistema imperialista mundial, por el miedo intrínseco a la revolución.

La lucha anti-imperialista ni siquiera es tomada por la burguesía, sino por la pequeña burguesía que, en la arena política, toma como banderas, conducir, en diversos grados, la recuperación de los recursos nacionales, la suspensión del pago de la deuda pública, la defensa de la cultura nacional, la priorización de los programas sociales y la reforma agraria.

El nacionalismo pequeño-burgués no supera el nacionalismo burgués, incluso desde el principio, ya que intenta desmovilizar a las masas tan pronto como le sea posible, y presenta la tendencia a disminuir el ímpetu revolucionario, conforme aumentan las tendencias de las masas a organizarse de forma independiente, y, finalmente, a sucumbir inevitablemente a las presiones del imperialismo.

Lo mejor que puede hacer es estructurar, hasta cierto punto, un capitalismo de Estado con limitaciones.

Esto se pude ver claramente en la Revolución Boliviana de 1952 y durante la Asamblea Nacional de 1971; también, con la llegada al poder de los nacionalistas más radicales en Bolivia, Ecuador y Venezuela en la última onda de nacionalismo latinoamericano, que empezó con el chavismo.

Del mismo modo, la ola de nacionalismo árabe que tuvo un fuerte impulso en los años 1950 y 1960, se agotó en la década de 1990, por excelencia “neoliberal”, adquirió un nuevo impulso con la revolución iraní de 1979, tuvo un cierto resurgimiento muy contradictorio en las llamadas “primaveras árabes” y ahora volvió a fortalecerse con la lucha de la Resistencia en contra de los sionistas israelíes y del imperialismo.

Sin embargo, por las mismas razones, las restricciones son exactamente las mismas – las tareas de la revolución democrática no pueden ser cumplidas dentro del marco del capitalismo parasitario porque la burguesía y la pequeña burguesía son limitadas y tienden a pasarse al campo de la contrarrevolución, cuando la presión de las masas trabajadoras aumenta, así como el papel dirigente del proletariado, que implícitamente tiene la tendencia a expropiar los medios de producción y establecer una sociedad sin clases.

Por lo tanto, las medidas adoptadas por los diferentes sectores nacionalistas pueden ser relativamente progresistas, mientras que el proletariado no pase a disputar el poder, porque en este caso, se volverá rápidamente a la derecha.

El enfrentamiento entre la burguesía nacional y el imperialismo, en el mejor de los casos, da lugar a una reorganización de las fuerzas, pero no a la destrucción del imperialismo, que sólo puede ser derrotado por la revolución proletaria.

Para avanzar en el control del Estado burgués, el nacionalismo se enfrentaría, por lo tanto, a los monopolios imperialistas, lo que implicaría un enfrentamiento de tal magnitud que pondría en tela de juicio el propio sistema capitalista.

La táctica revolucionaria ante los movimientos nacionalistas

Los movimientos nacionalistas movilizan a los trabajadores para imponerle concesiones al imperialismo.

La organización y movilización de las masas en general y de la clase obrera en particular, es un hecho muy importante en el sentido de la lucha revolucionaria, ya que se ven obligadas a luchar, a pesar del proceso haber sido iniciado por la burguesía nacionalista, que tratará de evitar la ruptura de los límites de la dirección burguesa.

Una vez que las masas se hayan puesto en marcha, empiezan a cobrar su propia fisonomía y siguen a los nacionalistas mientras éstos atiendan sus necesidades.

La agudización de la crisis capitalista aumentó el choque entre del nacionalismo con los trabajadores, que empiezan a luchar por su propio partido.

En Bolivia, a inicios de la década de 2010, la burocracia sindical de izquierda, sobre la fuerte presión de los trabajadores, con el sector más revolucionario de la clase obrera a la cabeza, los mineros, fundó un partido obrero que, a diferencia del PT brasileño, nació con un gigante composición de los sindicatos obreros.

La repetición de esa situación está puesta en toda la región.

En Brasil, será reanudado el proceso, que comenzó en la primera mitad de la década de 1980 con la reconquista de más de 1.500 sindicatos por las oposiciones, lo que llevó a la fundación de la CUT [Central Única de los Trabajadores]. Bajo esta presión, el PT fue fundado, pero la pequeña burguesía tomó la dirección y de inmediato vació la composición de la militancia de trabajadores, convirtiéndolos en mero apoyo electoral.

La táctica del frente único contra el imperialismo en los países atrasados, desarrollada en el IV Congreso de la Internacional Comunista, tenía la intención de exponer la traición del nacionalismo burgués, pero en ningún momento se presentó como permanente, no se centró en el tema electoral y mucho menos colocó a la vanguardia proletaria a remolque del gobierno nacionalista.

Las tácticas revolucionarias contra los gobiernos nacionalistas

La comprensión correcta del carácter de los gobiernos nacionalistas tienen una importancia vital para la lucha revolucionaria. Por lo tanto, es necesario ir más allá del mero adjetivo “bonapartista”, usado por gran parte de la izquierda para calificar a estos gobiernos.

El punto de partida es la importancia fundamental de mantener la independencia de clase de estos gobiernos.

Al mismo tiempo, debe ser denunciada la demagogia y la capitulación ante la derecha y el imperialismo, pero defendiendo todos los logros promovidos por ellos en contra de esos sectores, e incluso contra el nacionalismo en sí, que trata de destruirlos capitulando a la derecha.

Para luchar contra el nacionalismo, en ningún momento, la vanguardia del proletariado puede ponerse en el campo de la derecha y del imperialismo, confundiendo el nacionalismo con las medidas adoptadas por la reacción. Cuando el imperialismo y la burguesía pro-imperialistas atacan los gobiernos nacionalistas, democratizantes (como lo fueron los gobiernos de Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Hugo Chávez en Venezuela y otros gobiernos nacionalistas de América Latina), con claras tendencias dictatoriales (régimen de los ayatolás en Irán, la Rusia de Putin e incluso la Corea del Norte), o incluso abiertamente fascistas, mismo cuando con muchos límites, adoptan medidas anti-imperialistas (como lo hizo la sanguinaria dictadura militar argentina del general Leopoldo Galtiere contra el imperialismo británico), deben ser defendidos contra imperialismo, con las limitaciones necesarias y manteniendo la independencia de clase.

Los programas asistencialistas de los gobiernos latinoamericanos nacionalistas son válidos debido al enorme empobrecimiento de las masas, pero deben ser ampliados y puestos bajo control obrero.

La nacionalización es parte del programa revolucionario, pero debe ampliarse; los capitalistas no deben ser compensados ​​y las empresas nacionalizadas deben colocarse bajo control obrero.

La no renovación de las licencias de televisión, como sucedió con la RCTV en Venezuela, no debe ser contrapuesta al carácter autoritario del régimen, sino al reclamo de la cancelación de todas las licencias, monopolizadas por un puñado de familias burguesas, que las explotan como si fueran capitanías hereditarias.

El conjunto del tiempo de todas las concesiones debe ser dividido entre las organizaciones sociales, sindicales y políticas. Las masas trabajadoras deben organizarse y formar milicias.

Todos los intentos por parte del gobierno nacionalista a capitular a la derecha y al imperialismo deben ser denunciados y condenados, pues el gobierno trata de sellar esta alianza con el fin de contener a las masas y la organización independiente del proletariado.

Todas las medidas que se dirigen, aunque sea mínimamente, en el sentido de la lucha por la liberación de un país atrasado, lleva a la posibilidad de que las masas se pongan en movimiento, y que, bajo la dirección del proletariado, terminen derrocando el régimen burgués y a instaurar un gobierno obrero y campesino, que será capaz de resolver las tareas democráticas pendientes en dirección a la lucha por el socialismo; todo esto en contra de los intentos nacionalistas burgueses de traicionar a la revolución.

El caso de la Revolución Boliviana de 1952

Un ejemplo claro de esta evolución se pudo ver en el caso de la revolución boliviana de 1952. Un gran giro a la derecha del gobierno nacionalista ocurrió en 1956, cuando el gobierno de Hernán Siles Suazo (1956-1960) canceló el co-gobierno con la COB (Central Obrera Boliviana) y el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario), así como el control obrero de las minas, aumentó los acuerdos con el imperialismo norteamericano y capituló ante la imposición de descargar el peso de la crisis sobre las masas a través de la estabilización monetaria.

Esto no quiere decir que, a partir del mes de abril de 1952, no haya tratado de reorganizar el ejército, cooptar a las milicias populares y burocratizar a la COB.

Las masas continuaron moviéndose, también contra el gobierno nacionalista, poniendo en debate la lucha por el autogobierno.

El gobierno que le sucedió, el de Víctor Paz Estenssoro (1960-1964), fue la fase en la que el nacionalismo burgués se debilitó rápidamente.

El movimiento huelguístico superó los enfrentamientos con la policía y llevó a enfrentamientos con el ejército, pero Estensoro no avanzó e intentó un acuerdo con la burocracia sindical.

La contención de las masas con medidas semi-democráticas amenazó con derrumbarse. El imperialismo maniobró para proteger sus intereses y impuso el golpe militar de 1964 encabezado por el general René Barrientos Ortuño.

Es exactamente este proceso que ahora está la agenda de América Latina, donde el ascenso de las masas debe adquirir grandes proporciones en el próximo período.

Por eso, los imperialistas sigue fortaleciendo a la derecha a través de la acción extraparlamentaria, golpista, pues el colapso de 2007-2008 barrió a la derecha capitalista tradicional de la escena electoral.

El Plan Cóndor 2.0 está en plena acción.

La agudización de la crisis mundial capitalista aumentó el nacionalismo

El colapso capitalista mundial de 2007-2008 dejó a la burguesía imperialista sin alternativa política al llamado “neoliberalismo”.

El parasitismo financiero ha alcanzado alturas increíbles y las grandes empresas sobreviven, cada vez más, parasitando sobre los recursos públicos.

La especulación financiera ha convertido el mundo en un casino y es el corazón de la economía capitalista actual.

Las medidas de contención se derrumbaron, acelerando el ritmo hacia la depresión económica y la hiperinflación. Por eso el imperialismo ha avanzado a la guerra abierta no sólo contra otras potencias sino también, y principalmente, en contra de los trabajadores y los pueblos oprimidos.

La base material para la imposición de las políticas imperialistas se debilitaron fuertemente al mismo tiempo que aumentó el saqueo de los países atrasados ​​en niveles absurdos.

Se abrió una nueva ola de nacionalismo burgués a nivel mundial, donde la principal manifestación es la lucha del pueblo palestino por su autodeterminación.

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